martes, 1 de diciembre de 2015

Noche de película - por Amayoski

Sus labios no podían soportarlo más. Tenía que decirlo. Incluso se movían en ocasiones cuando la otra persona no le miraba, formando la frase tan anhelada. Pero su aliento no llegaba a salir, y se volvía a quedar muda. "Hagámoslo. Entra dentro de mí y lléname". Ya sonaba como un cántico. Un mantra cálido pero agobiante que llenaba su mente y cuerpo. En las silenciosas noches, sin darse cuenta, exploraba a través de sus dedos, cada curva de su propio cuerpo, exhalando leves suspiros que enviaba a la oscuridad de su cuarto. Imaginaba con claridad el cuerpo de él. Cada lunar, cada detalle, lo tenía en su cabeza. Y no había forma de detener sus fantasías, de frenar ese deseo que sentía. Pero no tenía valor.

 Al fin y al cabo... Para él no era más que una "hermana". No lo eran en realidad, pero demasiados años juntos les dieron una cercanía, que ella ahora incluso llegaba a odiar. Pero ese día se había levantado con fuerzas renovadas, y un brillo salvaje alumbraba sus ojos. "Esta noche" se repitió para sí. Planeó una noche de película en su casa, con todo lo que le gustaba a él: cine de acción, pizza y bebidas. Al llegar, se quedó ensimismado por un momento: el vestido negro que llevaba ella dejaba poco a la imaginación. Pero aparte... Notó algo distinto en su cara, aunque no supo qué era. Ella inició la conversación, lo cuál fue una suerte, porque no se le ocurrió nada que decirle. Entre la película, la cena y la bebida, se fue relajando. Hicieron bromas, un poco más subidas de tono que de normal.

 Ella se fue para el baño un momento. Cuando volvió, se le quitaron las ganas de continuar con la película. Tuvo que parpadear varias veces para convencerse de que no era una ilusión. Ante él tenía una bella figura totalmente desnuda, salvo una ligera prenda inferior y un sujetador minúsculo. Pero no llegaban a eclipsarla. Al contrario, conseguían pronunciar sus atributos con maestría. Costando más de lo que desearía, subió los ojos para mirarla a la cara, pero no le dio tiempo. Ella se abalanzó encima de él, rápida como un felino que no quiere dejar escapar a su presa. Él intentó articular alguna palabra, a lo cual ella respondió con sus ansiosos labios, llenando su boca de caliente saliva, que lo entumeció en el acto. Sintió danzar su lengua alrededor de la de ella. Intentando sobreponerse, consiguió apartarla un poco para mirarla e intentar poner en orden sus pensamientos. La mirada de ella le borró cualquier intento de pararla.

 Sus ojos eran una mezcla entre deseo, timidez y algo de desesperación. No pudo resistir esa mirada mucho tiempo. Ahora fue él el que se lanzó a besarla. Ella, sorprendida por el ímpetu, se quedó sin fuerzas por un momento, pero se recuperó lo justo para llevar su mano algo temblorosa hacía la entrepierna de él. El calor y dureza que sintió fue suficiente para reavivar su pasión. Fue bajando su cabeza por el torso mientras le levantaba la camisa, besando cada centímetro que había a su paso. Él, que continuaba sin creerse que no fuera un sueño loco y fantástico, miraba atónito la cabeza de su amiga al bajar. La que había sido su confidente, y casi como una hermana... Estaba provocando sensaciones que no había pensado llegar a tener. Y conforme más bajaba ella... Menos le importaba que no se hubiera dado cuenta hasta ahora. Era una sensación nueva y extraña, pero...

No pudo pensar más en qué significaba lo que estaban haciendo. Ella llegó a los bajos de él, y mientras tanto había estado desabrochando el pantalón. Con avidez, hundió su nariz en el bulto ya humedecido, y con una de las manos, fue bajando la ropa interior de él, mientras con la otra se acariciaba a sí misma, soltando pequeños jadeos que iban a parar al miembro ya desnudo de él. Fue introduciéndolo, apreciando el olor concentrado, y lamiendo para sentirlo en cada parte de su boca. A él se le escapó un suspiro cerrado, y levantándose con dificultad después de ese ataque que lo dejó sin fuerzas momentáneamente, se acercó a las partes bajas de ella, y la agarró para acercar su mano hasta la vagina. La notó húmeda, casi se escapaban los fluidos por los muslos, y supo lo que tenia que hacer.

Fue tanteando por sus labios inferiores, moviendo y presionando con dos de sus dedos. El gritito que pudo distinguir entre los jadeos ahogados por su pene, le confirmó que iba por buen camino. Así que "un poco más no creo que le moleste", pensó él. Le fue introduciendo el dedo índice, seguido del dedo corazón por su vagina. Las paredes se apretaron con su roce, y lo tomó como una señal para incrementar la velocidad. Ella no pudo aguantar mucho más la fricción, y tuvo que dejar de lamer para soltar un gemido que resonó en el salón. Él continúo sin piedad, y la giró para ponerla cara a cara. La besó con fiereza, ella respondió entrecortada entre jadeos cada vez más fuertes. Le pareció que quería decirle algo, así que él bajó un poco el ritmo. "...témela. Metémela entera". Casi parecía una petición, más que una orden. Él accedió con gusto.

La colocó encima de él, y fue subiendo la cadera con suavidad, hasta que ella se quedó rígida, para después relajarse. El miembro se fue deslizando, cada vez más adentro de su vagina. Poco a poco, ella fue moviendo las caderas, como un oleaje en la noche, lento pero constante. Él decidió hacer un cambio de ritmo, acariciando y pellizcando los pezones de ella. Sin poder controlarlo, ella empezó a tener convulsiones en su cuerpo, moviéndose frenéticamente al ritmo de él. Él se dejó llevar también, acariciando cada parte de piel que veía en ella, y que le estaba pareciendo cada vez más bello de observar. Fueron cada vez más y más fieros. Él le clavó sus dedos en el trasero de ella, mientras a su vez, ella agarraba la espalda de él, como temiendo que se fueran a separar. Él... ya no podía más... tenía que moverse o sino…

 No le dio tiempo a apartarse, sus fluidos llenaron el interior de ella como una cascada. Ella no pudo sino gritar de profundo placer y apretarse más a él. Estuvieron unos minutos abrazados, sin mirarse el uno al otro. Los pensamientos agolparon de repente sus cabezas. Se miraron... Y esbozaron una sonrisa, entre divertida, picante y tímida. Ella, con un susurro, le dijo al oído: "¿Te apetecerá otra noche como está?". Él, como única respuesta, la besó apasionadamente.

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